En algún momento, todas las personas hemos visto cómo demeritan a las mujeres políticas por su apariencia o vestimenta. Tal como en la película de 2004,“Legalmente rubia” se presenta a la protagonista, Elle Woods, tratando de sobrellevar y superar los desafíos que le representa su apariencia al estudiar Derecho en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Así, Elle se enfrenta diario a burlas y comentarios despectivos por la forma en que se viste, tachándola de ser sólo una “cara bonita” que no es lo suficientemente brillante para el nivel intelectual que demanda la universidad.
Aunque ésta es, claramente, una representación estereotipada de Hollywood, la historia de Elle Woods no se aleja mucho de la realidad en la que viven las mujeres que participan en la política nacional e internacional, y que se presentan en espacios públicos durante foros, negociaciones, etc. Por lo general,éstas mujeres políticas son foco de atención por su vestimenta y apariencia así como de críticas cuando “rompen” con el patrón convencional de vestimenta masculina que se impone en estos eventos.
Esto se debe a que dentro del fenómeno de la moda en la política internacional, existe una gran problemática: la masculinidad hegemónica, que en gran medida ha llevado a la masculinización de la mujer. ¿Cuántas veces no hemos visto notas que hablan sobre la vestimenta que llevan puesta las mujeres que participan en las reuniones, cumbres internacionales, etc.? ¿Cuántas veces se les ha criticado por usar determinados colores o por llevar ciertos escotes? A las mujeres políticas se les “analiza” de pies a cabeza y así, nuevamente, pasa a ser más importante su apariencia física que el mensaje que ellas pretenden comunicar o su incidencia en la toma de decisiones. Como si vestirte de determinada forma fuera un factor determinante de tus capacidades.
Cuando algo llega a perturbar y violentar este orden estructural basado en la diferencias y roles de género, así como estas percepciones, es que se desatan los comentarios, notas y señalamientos hacia las mujeres que son parte importante del funcionamiento de la política internacional. Tatiana Clouthier, Angela Merkel, Hillary Clinton, son sólo algunos nombres de las gobernadoras, ministras o figuras públicas que han sido ridiculizadas y atacadas por la forma en que se visten más que por sus discursos o señalamientos.
Aunque la moda se considera un tema superficial o meramente estético, ha funcionado como un símbolo de distinción y expresión social a lo largo de la historia, reforzando las relaciones de poder en todos los ámbitos de la vida social. La moda sirve como un canal de comunicación no verbal, tanto a nivel personal como a nivel colectivo.
La visión masculina de la moda ha creado una diferenciación estructural de género que se refleja en las relaciones y en la configuración y desarrollo de la política no es la excepción, debido a que ciertas prendas de vestir, colores y estilos que se utilizan en eventos políticos se han asociado con una percepción varonil, acentuando los estereotipos de género, las asimetrías de poder y la sexualización de la mujer, ligado con la vestimenta “femenina”.
De esta manera, el mundo es de los hombres, quienes dirigen la política: siempre vestidos con trajes de marca en tonos oscuros y fríos, zapatos bien boleados, corbatas y relojes. Por otro lado, las prendas y accesorios “femeninos”, como las faldas, vestidos, zapatillas y collares, así como los colores cálidos y brillantes, se relacionan con conceptos como la inocencia, la delicadeza, la fragilidad y la pureza. Así, no es coincidencia, que la vestimenta de los hombres haya sido asociada con la idea de poder, influencia, autoridad, seriedad y por supuesto, de masculinidad.
Los estereotipos influyen en nuestra percepción, como los comentarios machistas y despectivos sobre las mujeres que son figuras públicas y que se atreven a desafiar estos modelos hegemónicos de moda masculinos. Dichos pensamientos se aprehenden mediante los discursos que se transmiten en los medios de comunicación y que han funcionado como herramientas para catalizar este proceso, provocando que se perpetúen y legitimen ciertas visiones y discursos que fomentan la normalización de estas percepciones. La moda funciona como un instrumento de poder político, que define lo que es y lo que no es aceptable vestir en el mundo de la política.
La ideología y la dominación eran inconscientes, porque actuaban sobre los seres humanos como “objetos culturales dados” y aunque los fenómenos culturales eran arbitrarios, resultaban naturalizados en las sociedades burguesas. Las formas culturales de la vida diaria eran presentadas como algo perfectamente natural (Martín-Cabello, 2016).
Así, como menciona Martín-Cabello, esta falsa naturalidad adquirida de manera inconsciente hace que la moda se transforme en una herramienta de dominio del grupo hegemónico para comunicar,de manera no verbal, su concepción sobre la estructuración de los roles sociales. En éste caso, es el patriarcado el que impone su percepción sobre las mujeres políticas que llegan a perturbar éste orden estructural, mediante la ridiculización y/o el ataque por su apariencia.
Tal como Elle Woods en “Legalmente Rubias”, fue acosada, criticada y sexualizada por sus atuendos rosas, las mujeres políticas han sido criticadas por utilizar “vestimenta femenina” dentro de las esferas más altas de poder. Estos estereotipos reafirman la creencia sobre que la feminidad, la autoridad y el poder no pueden ir de la mano, provocando rechazo y menosprecio.
Así, este rechazo simbólico de la mujer por la moda masculina debe ser un acto de representatividad y de resistencia frente a la estructura dominante. Un ejemplo es el de la ex-canciller alemana Angela Merkel, que modificó su atuendo como respuesta a la crítica de los medios de comunicación, que mencionaban su vestido con escote “muy pronunciado” para asistir a una Ópera en Oslo en 2008, donde además de su “atrevimiento”, se le reprendía por su cuerpo.
Para evitar que su papel en la política se viera opacado por la atención que se daba a su apariencia física, la ex-canciller optó por hacer un cambio a su guardarropa tradicional y “conservar” el patrón de moda masculina. Angela Merke se distinguió por comenzar a usar trajes con chaquetas de cortes cuadrados en tonos brillantes y vivos, combinadas con sus pantalones de vestir, collares y su cabello corto en todas sus apariciones públicas. Fue tanto el impacto, que este estilo se convirtió en su sello político, conocido como: The Merkel hip cut.
Sin embargo, a pesar de haber optado por una vestimenta más “tradicional” y “acorde” según los estándares de la moda política, Angela Merkel continuó siendo objeto de debate por las prendas que utilizaba. Incluso en medios internacionales y entre artistas de la industria de la moda, como Karl Langerfeld (Chanel y Fendi), se criticaba a la canciller por ser muy aburrida y anticuada con su estilo. Comentarios que siguen legitimando la visión hegemónica masculina de la moda.
¿Por qué se critica a una mujer que no se “arregla lo suficiente” de la misma manera que se le critica cuando se “arregla” sin seguir los estándares sociales? ¿Por qué a los hombres no se les critica por los trajes que utilizan, siendo más respetados y escuchados que las mujeres que se encuentran en la misma o en mayor posición de poder que ellos en la esfera política?
Elle Woods era de las mejores de su clase y a pesar de que respondía de manera correcta e inteligente sus compañeros no pensaban que fuera posible que eso que decía fuera acertado, tenía que venir una figura masculina, en este caso su profesor, a validarla en la clase para ser tomada en cuenta. Así, el respaldo que obtienen los estereotipos, comienza por el consenso que nosotros otorgamos al aprehender e incorporar estas ideas como parte de nuestro estilo de vida, formando parte de la identidad individual colectiva lo que fomenta concepciones específicas sobre el género.
Finalmente, con el ejemplo expuesto y los puntos explicados, podemos observar cómo la masculinidad hegemónica sitúa a las mujeres en el foco de atención y crítica en el mundo de la moda – y de la política -. Tal como la icónica Elle Woods,a las mujeres políticas sin importar su jerarquía, su puesto o sus capacidades, se les otorga valor en función de su vestimenta, maquillaje o su tipo de cuerpo, entre otras cuestiones enfocadas exclusivamente en la apariencia física relegando a segundo plano su labor.
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