Sierra Leona, tierra roja: los diamantes de sangre



Arantza Hernández González

arantza_hernandez@erreizando.com

 


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“(…) Es tierra roja. Está en nuestra piel. Los shona dicen que el color viene de toda la sangre que se ha derramado al pelear por la tierra. Este es nuestro hogar. Jamás te irás de África. (…)”

— Diamante de Sangre (2006)

¿Qué se nos viene a la mente cuando pensamos en diamantes? Quizás algunxs imaginamos las joyas de la corona británica  o  la colección de la frívola María Antonieta; tal vez recordamos a Marilyn Monroe interpretando “Diamonds Are a Girl’s Best Friend” [1] en Los caballeros las prefieren rubias y a Rose posando con “El corazón del mar” en Titanic. Independiente de lo que pensemos, si de una cosa estamos seguros es que, a través del tiempo, los diamantes han representado un símbolo de poder, opulencia, glamour e incluso amor.

Las coronas, collares, aretes, relojes y anillos exhibidos en los museos y aparadores son innegablemente deslumbrantes, haciendo difícil que en el público no surja un sentimiento de anhelo por poseer alguna de estas ostentosas joyas; nunca podría imaginar que muchas de las piedras preciosas que llevan incrustadas, han sido causa directa e indirecta de la muerte de millones de personas y de la explotación de otras cientos de miles.

El continente africano ha sido favorecido —o quizás maldecido— con una gran riqueza en recursos naturales, mismos que han sido atrozmente saqueados y aprovechados por potencias imperialistas y países poderosos a través de prácticas colonialistas y neocolonialistas. Es así que, a lo largo de la historia de África, el hallazgo de nuevas fuentes de materias primas no se ha traducido en el desarrollo económico o social  de su población; por el contrario, ha resultado en pauperización, esclavitud y masacre. Tal ha sido el caso del petróleo, el marfil, el caucho, el oro, el coltán, etc; y los diamantes no han sido la excepción. 

“Diamante de Sangre”, además de ser el título de una película de 2006, nominada a cinco premios Óscar y protagonizada por Leonardo DiCaprio, Jennifer Connelly y Djimon Hounsou; igualmente constituye el nombre que reciben aquellas piedras preciosas procedentes de países inmersos en conflictos armados, cuya extracción y comercialización está asociada con severas violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

Los también llamados “diamantes conflictivos” o “diamantes sangrientos”, se encuentran estrechamente relacionados con las guerras acontecidas en Sierra Leona, Angola, Liberia, República Democrática del Congo y la República Centroafricana; siendo que estas gemas representaron uno de los primordiales medios de financiamiento de los guerrillas involucradas en  las conflagraciones. Tan sólo en Sierra Leona se estima que estas dejaron entre 50,000 y 200,000 muertos.

Es en este marco que se plantea la cinta dirigida por Edward Zwick, situada precisamente en el contexto de la guerra civil de Sierra Leona entre los años 1991 y 2002. Ésta plantea la historia de Solomon Vandy y Danny Archer; dos hombres cuyo destino se ve entrelazado por la persecución de un mismo objetivo: encontrar la piedra preciosa que podría cambiar la vida de ambos. 

El detonante de la trama se presenta cuando Solomon —un padre de familia que laboraba como pescador— es brutalmente separado de su esposa e hijos por el Frente Revolucionario Unido (FRU) para después ser enviado a un campamento de minas, lugar donde hallará un raro e invaluable diamante rosa. Para fortuna de Solomon, éste logra enterrar la joya antes de que le sea confiscada por los rebeldes o por los soldados del ejército, que atacan el sitio y después lo llevan temporalmente a prisión.

Paralelamente, Archer, un mercenario que ofrece armas a los grupos sublevados a cambio de diamantes, coincide en la misma cárcel que Solomon y se entera de la extraña piedra que éste ha encontrado y escondido en medio del bosque. Ante dicho descubrimiento, Archer ve una oportunidad para abandonar el continente, por lo que trata de persuadir a Solomon de que se asocien y compartan la ganancia del diamante, de manera que él también pueda encontrar una nueva vida junto a su familia fuera de África.

Finalmente, Archer y Solomon se encaminan en la búsqueda de la codiciada piedra preciosa, y con el apoyo de Maddy, una periodista estadounidense, también se proponen localizar a la esposa y a los tres hijos del sierraleonés. Por desgracia, pronto descubrirán que Dia, el mayor de los niños de Solomon, ha sido reclutado como soldado por el FRU.

Desde una perspectiva más puntual, en 1999 Sierra Leona se hallaba en la cúspide de una guerra civil entre las fuerzas armadas —integradas en buena parte por soldados de origen mendes— y el Frente Revolucionario Unido Revolucionario (FRU) —un movimiento compuesto sustancialmente por grupos étnicos tenmés— . Dentro de este contexto, millones de personas fueron desplazadas de sus hogares y otras decenas de miles fallecieron a causa de la pugna que se prolongó a lo largo de una década.

En su lucha por derrocar al gobierno de este país de África Occidental, el movimiento rebelde encontró un medio de soporte en los constantes asaltos a pequeñas comunidades en donde, además de tomar la vida de personas inocentes, reclutaba a niños varones para convertirlos en soldados del frente. Mientras tanto, los adultos eran capturados y obligados a trabajar en las minas buscando diamantes, mismos que eran empleados para adquirir armamento a través del contrabando de este mineral precioso.

El origen de este conflicto bélico se atribuye a una disputa de índole étnica, que si bien se trataba de una enemistad histórica, esta alcanzó su punto crítico tras la independencia de Sierra Leona en 1961 y las elecciones libres que posteriormente tuvieron lugar. Es así que las décadas de inestabilidad política, económica y social que le siguieron a esta fecha fueron primordialmente protagonizadas por tres grupos: los mendes, los temnés y los limba; estos últimos posicionándose detrás de la figura del Congreso de Todo el Pueblo (APC, por sus siglas en inglés).

Para la década de 1990, el país ya había atravesado los regímenes de los mendes y del APC, quienes sólo habían logrado agravar las desigualdades entre etnias favoreciendo a su respectivo colectivo; y a su vez, remarcaron la fragilidad institucional de Sierra Leona por medio de la crisis económica, el autoritarismo, así como los múltiples golpes de Estado que precedieron a la guerra civil.

Los antecedentes más sustanciales en el camino hacia la contienda fueron, por un lado, la alianza que intentaron consolidar los mendes con los temnes frente a los limba, misma que fracasó rápidamente debido a la rivalidad y a la brecha en porcentaje poblacional, acceso a servicios y participación política que seguía existiendo entre ambos grupos y que además se manifestaba en la predominancia de los mendes en las fuerzas armadas. Asimismo, el control que mantuvieron los tenmés sobre los yacimientos de diamantes constituyó un factor determinante en la prolongación de la guerra.

Por otro lado, cabe destacar el papel fundamental que jugó Charles Taylor —líder rebelde y presidente de Liberia a partir de 1997— al incentivar la creación del FRU en Sierra Leona. Dicha acción estuvo motivada por el deseo de Taylor de derrocar al entonces presidente sierraleonés, Joseph Momoh, quien había frustrado su plan de tomar Monrovia, capital liberiana, durante la guerra civil del país colindante.

En el año 2002, gracias a la mediación de la ONU y de la comunidad internacional, el presidente de Sierra Leona, Ahmad Tejan Kabbah, y el líder del Frente Unido Revolucionario (FUR), Foday Sankoh, finalmente firmaron el Acuerdo de Paz de Lomé en Togo, que establecía el reparto de poder entre ambas facciones, para después anunciar el cese de hostilidades y la celebración de elecciones libres en toda Sierra Leona.

Este documento también fue ratificado por el propio Charles Taylor, quien en 2012 sería juzgado ante el Tribunal Especial de Naciones Unidas para Sierra Leona, en La Haya. Al expresidente de Liberia le fue adjudicada, entre otras faltas, responsabilidad por asesinatos, violaciones, terrorismo, mutilaciones y el reclutamiento de niños soldado. Además, fue acusado de financiar a la guerrilla sierraleonesa a través del contrabando de los controvertidos “diamantes de sangre”.

Durante el proceso del juicio, Naomi Campbell —supermodelo británica e ícono de la década de los 90’s— fue llamada a testificar ante el Tribunal después de que asegurara haber recibido unas “piedras pequeñas y sucias” de parte de dos emisarios desconocidos, sospechadas de ser “diamantes de sangre”. El regalo le fue entregado a Campbell en 1997, durante una cena en Sudáfrica organizada por el antiguo presidente, Nelson Mandela, a la cual también asistió Taylor.  

Y pese a que no se le pudo ligar directamente con el presente a la supermodelo, y a que rechazó todos los cargos en su contra, en 2013 Charles Taylor recibió una condena de 50 años de prisión al ser declarado culpable de cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, tanto en su país como en Sierra Leona.

Lamentablemente, a pesar de que se han realizado múltiples esfuerzos por frenar el tráfico de piedras conflictivas, tales como el establecimiento del “Sistema de garantías” del Proceso Kimberley de Naciones Unidas, firmado por 40 países y encargado de vigilar y regular la extracción, así como la comercialización de diamantes; aún siguen llegando al mercado joyas manchadas de sangre africana.

En este sentido, debido a la insuficiencia y a las fallas en los instrumentos destinados a la supervisión de la legitimidad de los diamantes, la responsabilidad de detener la proliferación de los “diamantes conflictivos” ahora recae en nosotrxs, lxs consumidorxs. Por lo tanto, antes de comprar cualquier artículo en una joyería, será necesario informarse y hacer las preguntas pertinentes al personal, de tal manera que podamos asegurarnos de que nuestra compra cumple con el protocolo y las cláusulas del Proceso Kimberley, y de que se trata de un diamante “libre de conflicto”.


Notas:

[1] “Los diamantes son el mejor amigo de una chica”

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