¿Sembrar destruye?;La Nutella y el ecocidio



Naomi Campos

naocamp99@erreizando.com


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¿Alguna vez te has preguntado de dónde proviene la Nutella o los deliciosos chocolates de Ferrero Rocher? ¿Cómo los producen? ¿Qué insumos los componen? Posiblemente hayas podido responder algunas preguntas, lo cierto es que ambos productos contienen un ingrediente en común: el aceite de palma. Pero, ¿qué implica su cultivo a gran escala? ¿Cuáles son las consecuencias de sembrar solo una especie en un lugar? ¿A costa de qué situaciones se sobreproduce?

El aceite de palma proviene de la palma aceitera, originaria de África Occidental, específicamente de las costas del Golfo de Guinea. Sus plantaciones se han extendido por el mundo, a medida que se ha popularizado en el mercado mundial. Su alta demanda se debe a que es utilizado en diversos productos como: mantequillas; galletas como Oreo; helados de Nestlé; cremas de cacao como Nutella; frituras como Doritos; detergentes líquidos, shampoo y jabones de la marca Dove, y hasta cosméticos de L’Oréal Paris, entre otros productos. ¿Te imaginas la vida en la actualidad sin alguno de ellos?

Dentro de la industria de plantación y producción de aceite de palma, Indonesia ha jugado un papel relevante desde el inicio y, actualmente, en conjunto con Malasia, controla el 80% del mercado mundial. Su triunfo en el país se atribuye a varios factores que le permiten crecer y mantenerse, tales como las cuantiosas inversiones  por parte de instituciones como el Banco Mundial y del Banco Asiático de Desarrollo, y los apoyos económicos gubernamentales.

Para lograr expandir las plantaciones de este monocultivo [2], se tuvieron que talar numerosas áreas de selva tropical. Como consecuencia del aumento de la demanda internacional de productos con aceite de palma y de los bajos costos de producción generados por las políticas económicas del país, Indonesia se ha mantenido como un actor primordial en su producción y comercialización.

La disponibilidad de tierras y su inexistente regulación; las presiones por parte de empresas trasnacionales y del gobierno en la obtención de las mismas;  la mano de obra barata;  la demanda internacional y la gran cantidad de capitales de la industria establecida en el país, constituyen un escenario idóneo para cultivar la palma. Sin embargo, el impacto en la naturaleza y en la economía local no ha sido beneficioso.

Las tierras se asignaron a empresas privadas sin consulta ni consentimiento de las comunidades locales; por lo tanto, las poblaciones campesinas se vieron obligadas a ceder sus tierras y a trabajar para la industria. Espacios previamente disponibles para la agricultura de autosustento han sido arrebatados y, tanto los ríos como las selvas tropicales en los alrededores, se han visto afectadas por la deforestación, el uso de pesticidas y el derrame de desechos industriales, lo que obliga a las y los pobladores a trabajar para la industria.

Es aquí donde logramos dimensionar los daños causados a la naturaleza y, en consecuencia, a las comunidades campesinas, con efecto diferenciado entre hombres y mujeres. Esto forma parte de una estructura donde solo importa la producción a gran escala, y ellos son los eslabones más vulnerables de la cadena.

La riqueza natural de los bosques tropicales, en términos de fauna y flora, es esencial. No obstante, la transición de bosques tropicales a espacios destinados para los sistemas de monocultivo reducen severamente la diversidad del hábitat y favorecen a un número muy restringido de especies que coexisten, como algunos polinizadores. Esto representa una gran amenaza, puesto que los países donde se realizan estas prácticas dañinas de cultivo de palma son considerados “megadiversos”.

Algunas personas creen que sembrar muchas palmas aceiteras podría ser benéfico para el medio ambiente, dado que son plantas y durante muchos años nos han vendido la idea de que plantar ayuda al planeta. Pero introducir especies invasoras en un hábitat es muy peligroso, pues daña el equilibrio del ecosistema. Asimismo, mantener su desarrollo implica el uso indiscriminado de agentes químicos dañinos (como en el caso de la palma aceitera).

Las consecuencias del desajuste natural que industrias como la de la palma aceitera están generando, las resienten las y los pobladores de regiones cercanas. Lo anterior es un reflejo de cómo la naturaleza del país es concebida como un elemento de conquista y explotación, controlada bajo la lógica de la producción masiva.

Con el accionar de este tipo de industrias se refuerza la idea de que la naturaleza está a disposición de aquella producción que trae ganancias para unos cuantos.  Así, la destrucción de los bosques, el aumento de los monocultivos, la contaminación de aguas y suelos, entre otros efectos de esta industria, no son relevantes mientras tengamos aceite de palma para utilizar y vender, puesto que muchas otras industrias dependen de él.

En conclusión, dentro de Indonesia y de varios países más, el despojo territorial  y la destrucción de la naturaleza se han convertido en un arma efectiva para lograr ampliar los monocultivos de palma de aceite, en favor del progreso económico y el crecimiento ilimitado. ¿Y tú, has pensado en otra industria que trabaje con monocultivos? ¿Reconoces si alguno de tus alimentos  usa aceite de palma como ingrediente?

Notas:

[1] Anne M. Larson, Derechos de tenencia y acceso a los bosques Manual de capacitación para la investigación, Bogor, Indonesia, Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), 2013, p. 48.

[2] Se conoce como monocultivo a una plantación a gran escala, la cual consiste en sembrar una sola especie de planta.

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