Mujeres en la industria del K-pop: Estándares, presión social y suicidio



Diana Bustamante Cruz

dianabuc@erreizando.com


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La “Ola Coreana” hace referencia al aumento de la popularidad de la cultura contemporánea de Corea del Sur, impulsada por la exportación de música y series de televisión en idioma coreano. 

Se ha propagado a otros continentes en diversos medios, formando parte de la globalización. El k-pop [1] es un género musical que se ha convertido rápidamente en un fenómeno mundial, sobre todo en Occidente en donde los grupos han superado récords musicales sin precedentes. 

Los orígenes del K-pop se remontan más allá de esta década. El primer idol group [2] masculino debutó en 1995, bajo la empresa de entretenimiento SM Entertainment. Dos años después, su contraparte femenina “Diva”, fue considerada como el primer idol group femenino en la historia. A partir de ese momento,  Corea del Sur se volvió demasiado exigente con los estándares de belleza con los que se tenían que cumplir para ser una estrella. Si bien éstos actualmente se aplican tanto para hombres como para mujeres, las idols femeninas tienden a ser más criticadas  por los y las fanáticas tanto nacionales como internacionales.  

Una de las principales características esperadas en las K-pop idols es la delgadez extrema, fruto de los extenuantes periodos de entrenamiento y arduas rutinas de ensayo, tanto antes como después de su debut. Recordemos que antes de ser seleccionadas para formar oficialmente parte de un grupo, las chicas deben  pasar por un largo ciclo de selección que puede durar años, en donde las empresas contratantes “moldean” a las futuras artistas también llamadas “trainees”, a su consideración.

Estas mujeres cuentan con elaborados regímenes alimenticios extremadamente restrictivos, llegando a ser conocidas por lucir prendas con reducidas tallas.  Su rostro tampoco pasa desapercibido y se encuentra siempre en constante escrutinio: se espera  una piel sumamente blanca, doble párpado y el v-shape (darle forma de “v” a la barbilla) [3].

Con esto también se explica que Corea del Sur tiene la tasa más alta de cirugías plásticas per cápita a nivel mundial, hasta convertirse en un potencial atractivo turístico. Se ha creado entonces una  necesidad incesante de conseguir el cuerpo ideal para agradar, no solamente a una audiencia masculina, sino también a la femenina.

La cirugía plástica es vista como una inversión necesaria, sobre todo en el entorno laboral del entretenimiento, puesto que la sociedad asocia con frecuencia la apariencia física con el éxito, la fama y el reconocimiento mundial. Es por ello que algunas empresas someten a los y las integrantes de los grupos de K-Pop, por decisión propia o de la empresa, a operaciones estéticas para cumplir con las exigencias del mercado. Aún con ello, nunca es suficiente en el caso de las idols, quienes suelen recibir duras críticas con respecto a temas delicados relacionados con su apariencia, peso y  talla, la forma de sus ojos, el color de su cabello e, inclusive, por su comportamiento. 

La imagen que se espera de las mujeres idols es bastante específica;  el aspecto físico, debe de cumplir con una normatividad de belleza coreana “ideal”: Ser una mujer “eternamente” joven, alta, delgada, con una cara afilada, ojos grandes y piel sin imperfecciones. Lo anterior acentúa, además, la cosificación sexual, dado que las empresas dentro de la industria musical, también dominadas por hombres, deciden qué tipo de ropa deben utilizar durante sus apariciones públicas.

Lo anterior se conjuga con la formación de la personalidad en el medio. En Corea del Sur, a las mujeres se les inculca desde la infancia la idea de tener un comportamiento híper femenino (adorable, sensible, doméstico y pasivo), tal como lo vemos en los doramas [4] (series coreanas que seguramente muchas y muchos hemos visto durante la pandemia). Esta situación también se refleja en las actitudes de las estrellas de pop, esperadas por parte de la empresa que las contrata; ellas deben de ser dulces, inocentes y sexys, pero sin caer en lo que la sociedad coreana considera como “irrespetuoso”. 

La ambigüedad entre la imagen  sexy e inocente de una idol se basa en la idea de que debe ser tierna y “caprichosa”, pero accesible sexualmente. Esto solamente deriva en el proceso en el que las mujeres se vuelven producto de consumo sumiso e incorruptible; es decir, un producto pensado para hombres. Entonces, se pone en tela de juicio la doble moral de la sociedad, que se encuentra en una dicotomía de preferencia entre las mujeres que explotan su sexualidad de manera abierta y las que son puras e infantilizadas.  

Aunque en la actualidad hay grupos femeninos de k-pop con mujeres activas y empoderadas en el discurso, no necesariamente van de la mano con una verdadera disrupción del patriarcado en el modelo machista en el que se encuentran inmersas.  Estas chicas siguen mostrando una imagen física de feminidad “ideal”, sin dejar de alimentar a la industria cultural que permite su sustento. 

Todas estas exigencias en el K-Pop existen gracias a la toxicidad de un público que nunca se conforma ni reconoce la violencia hacia la mujer que perpetúa.  Las estrellas del entretenimiento coreano son blanco de comentarios negativos a través de sus redes sociales por parte tanto de sus fanáticos, como de detractores, que pueden causar daños irreversibles emocionales y psicológicos, que de no ser abordados correctamente, pueden terminar en suicidio.  

El ejemplo más sonado y reciente, en 2019, fue el de la cantante Sulli, quien con tan solo 25 años fue hallada muerta en su departamento. Ella  luchaba contra una severa depresión ​después de protagonizar diversas polémicas y críticas por parte de sus seguidores en Instagram. Meses después, su amiga íntima, Go-Hara, tomaría la misma decisión. Esto en Corea del Sur se conoce como  Efecto Werther o Efecto Copy Cat,  donde las muertes de las celebridades fomentan el tema del suicidio, no solamente entre colegas, sino también hacia sus jóvenes fans.

En conclusión,  este tema es de suma importancia debido a que es una constante, no solamente en el pop coreano, sino en toda la industria musical en donde actualmente, gracias al avance tecnológico, la salud mental y emocional de las y los artistas puede estar directamente relacionada con la interacción en redes sociales con su público a través de las empresas que explotan su talento. Esto podría tratarse, de manera paralela, como un asunto que involucra violencia de género, puesto que las mujeres son el sexo más criticado y presionado para mantener una imagen pulcra, cumpliendo ciertos estándares de belleza impuestos por la sociedad, volviéndola así una figura irreal “casi perfecta”. 

En el caso específico de Corea del Sur, el machismo y la explotación de la mujer dentro de la industria musical son fenómenos interconectados social y culturalmente con el tema de lo estéticamente aceptable.  Lamentablemente, ni siquiera con evidencias como los casos antes mencionados se abre a discusión el tema por completo en la industria cultural, sosteniendo un sistema patriarcal sumamente arraigado que juzga y vulnera a la mujer.

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