El maíz en Nuestra América peligra por la entrada de las semillas transgénicas en la producción agrícola que tienen su origen en la llamada “Revolución Verde” [2] impulsado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) con sede en Texcoco. Ante la elevada tasa de personas que pasan hambre, se buscaba que al incrementar la producción de alimentos la situación mejoraría, tan solo en México “hay 53 millones de personas en situación de pobreza, y 28 millones en pobreza alimentaria” (Hernández-Vela; 2017, p.231).
Sin embargo, hay que reconocer que la forma reduccionista de “a mayor producción menor hambre” no ha ayudado en nada, en realidad, uno de los mayores problemas sobre los alimentos es el desperdicio, donde la FAO reconoce que del total de 1.300 millones de toneladas de desechos orgánicos el 6% ocurre en América Latina y el Caribe “y cada año la región pierde y/o desperdicia alrededor del 15% de sus alimentos disponibles, a pesar de que 47 millones de sus habitantes aún viven día a día con hambre.” (FAO; 2019).
El contexto previo de guerras mundiales y hambruna en países del Norte revalorizaron la cantidad de la producción agrícola como parte “esencial de la seguridad nacional de las naciones” (Pichardo; 2016, p.45) La profecía malthusiana [3] se distorsionó ya que se dejó en manos de empresas transnacionales la producción de alimentos de la región. Jean Ziegler, relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación acusó a las empresas transnacionales de haber agravado seriamente la crisis alimentaria y provocado el aumento de los precios de los alimentos (Bharat, 2008). El control de los precios en la industria alimentaria por parte de las transnacionales a nivel mundial disminuye la capacidad de las poblaciones campesinas para subsistir con la venta de de sus cosechas, al no ser competitivas ante la producción agrícola comercial.
Algo más alarmante es que la contaminación transgénica pone en manifiesto el grave riesgo a las semillas nativas, como es el maíz, poder producir y consumir alimentos a cuerdo a la cultura y biodiversidad del campo. Es en este factor donde el modelo capitalista neoliberal, aunado al papel que juegan las transnacionales y los gobiernos mexicanos anteriores, que se favorece “la producción privada de semillas híbridas y marca tales restricciones a la venta y al intercambio libre de semillas campesinas que las criminaliza.” (Hernández-Vela; op cit.).
Hay una disputa por la semilla: por un lado están las poblaciones campesinas e indígenas, junto con científicos, organizaciones ambientalistas y de derechos humanos y el adversario son las corporaciones biotecnológicas y los monopolios agroindustriales.
Las poblaciones indígenas defienden su derecho legítimo de poder sembrar y comer la semilla del maíz libremente mientras que los científicos, organizaciones ambientalistas y de derechos humanos advierten sobre las consecuencias negativas que las siembra de maíz transgénico puede ocasionar a la salud y al medio ambiente, a parte del despojo que esto significa para las poblaciones campesinas indígenas. Por otra parte, las corporaciones biotecnológicas y los monopolios agroindustriales simplemente quieren convertir al maíz en una materia prima sin importar las consecuencias negativas de su siembra (Morales-Hernández; 2014).
Ya que recurren a la siembra de una sola variedad de semilla, la cual contiene transgénicos que patentan [3] para la producción agrícola de manera industrial al aire libre, lo que contamina las semillas nativas a través de la polinización. Como demuestra el estudio de la Universidad Autónoma de México el cual, hace 11 años, reveló que menos del 10% del maíz de las tortillas en la capital mexicana contenían transgenes. Pero en 2017, una investigación reveló la presencia de genes alterados con una presencia Dell 82% en todas las botanas de México (Najar; 2009).
Entre las acciones que se han hecho en defensa del maíz en Nuestra América es en México, cuna del maíz, que “en julio de 2013 se presentó una demanda de acción colectiva encabezada por científicos, campesinos y consumidores para detener la siembra de maíz transgénico en México. El tema central de esta demanda es la defensa de los derechos de las generaciones presentes y futuras de aprovechar la diversidad de los maíces nativos” (Córdova; 2017).
A quien se demandó fue al gobierno principalmente a dos secretarías: la SAGARPA y la SEMARNAT, que permiten que el maíz transgénico se sembrara y a empresas transnacionales como Monsanto, Pioneer- Dupont, Dow y Syngenta, que ya han sido mencionadas anteriormente como las principales que producen semillas transgénicas en el mundo. Lo más importante que se logró con esta demanda es que se suspende la siembra de maíz transgénico en todo el país desde el 2013.
“El maíz hace a los pueblos que hacen posible al maíz, y es fuente de vida en un mundo donde las fuentes de vida se agotan” (Solares; 2016), es necesario entender que la agricultura no es solo una actividad productiva, es un estilo de vida, la cual los pueblos originarios del país buscan mantener y defender su territorio. La soberanía alimentaria debe ser el concepto que el gobierno mexicano debe de preponderar y evitar el monopolio de las semillas y de la producción agrícola de multinacionales como es Monsanto.Se debe considerar que “la seguridad alimentaria adquirirá una u otro contenido dependiendo de las condiciones de desarrollo económico y social de cada contexto” (Sandoval; 2008, p.44). Es decir, es necesario conocer las distintas realidades para poder implementar una solución adecuada a los problemas de la alimentación. Por lo que es necesario un desarrollo multidimensional del campo en donde convivan el apoyo del gobierno y de los consumidores para motivar el crecimiento del campo, tal y como los pueblos agricultores necesitan debido a su estilo de vida que es el respeto a la tierra y al maíz.
Notas:
[1] El maíz es un patrimonio amenazado por la entrada de las semillas transgénicas y por el desprecio del campo como un recurso para el capital, necesitamos revalorizar la tierra y el maíz como una cosmovisión igualmente válida.
[2] Con base en el trabajo colaborativo “Seguridad alimentaria y desarrollo: El caso del maíz transgénico en México” de Asuka Yui, Vanessa López, Juan Gustavo, Johanna Estrada y su servidor para la clase Paz, Seguridad y Desarrollo impartida por la doctora Sandra Kanety Zavaleta Hernández.
[3] La Revolución Verde ocurrió en la década de los sesentas, con la “mejora” de las semillas del trigo y el maíz para su uso en la producción agrícola a gran escala, lo que aumentó su producción con el fin de alcanzar la autosuficiencia alimentaria. Hace referencia que la población crece de manera geométrica y la producción de alimentos de manera aritmética, lo que vaticina una crisis alimentaria.
[4] Los alimentos genéticamente modificados (GM) tienen un ADN alterado usando genes de otras plantas o animales pueden ser patentados, por lo que sólo dichas empresas pueden vender esa variedad de semilla además de que su uso de manera no autorizada puede llevar a una demanda de derechos de autor.