Cada día es más común escuchar que alguien está viendo, por primera o quizá duodécima vez, todas las temporadas (hasta ahora 12, más 4 “All Stars”) del popular show estadounidense RuPaul’s Drag Race. La influencia de este gigante del entretenimiento ha visibilizado el arte del “drag” en Estados Unidos a niveles nunca antes vistos. Sin embargo, lo que muchas y muchos no sabemos, es la influencia política, económica, social y cultural que puede llegar a tener en el escenario internacional. Por eso es un asunto complejo.
Desde su comienzo en 2009, la drag queen RuPaul ha popularizado masivamente más de 150 drag queens a través de su programa. Estos hombres (generalmente) que caracterizan personajes con maquillaje y ropa considerada femenina, tienen el objetivo de entretener a través de la comedia, la moda, la actuación y el lipsync en un reality show donde deben superar retos inspirados en la carrera profesional de su conductora. A pesar de ser contenido dirigido primordialmente a la comunidad LGBTTTIQA+ de Estados Unidos, su audiencia alrededor del mundo ha crecido exponencialmente por su convenio para encontrarse entre la cartelera de Netflix. Sus espectadores, además, ya no se limitan a personas que se identifican como parte de la comunidad; sus 13 premios Emmy con más de 30 nominaciones y su récord de más de 527 mil espectadores en una noche hablan de mujeres y hombres heterosexuales cisgénero que se han vuelto fanáticos del programa
Este programa ha tocado fibras sensibles durante su emisión; desde levantar conciencia sobre el combate contra el problema global de la transmisión del VIH, hasta hacer campaña abierta en contra de algún candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Es natural en la actitud de una drag queen tomar acción política en favor de los derechos de la comunidad LGBT+, como se ha visto desde lo que algunos llaman el comienzo del movimiento por la liberación sexual con la revuelta de Stonewall, en 1969, cuando fueron justamente drag queens quienes comenzaron la resistencia al abuso policiaco contra la comunidad LGBT. Hoy lo vemos activamente con personas que han sido parte del show o que lo han seguido como audiencia.
Es justamente con estos movimientos, como el de Stonewall y las luchas en contra de la violencia de género, que las identidades y orientaciones diferentes a la heterosexual cisgénero se han convertido en objeto de estudio para las Relaciones Internacionales. De hecho, es desde una aproximación de estudios de género que se han analizado las violencias homofóbicas, bifóbicas y transfóbicas como parte del sistema hetero-patriarcal que determina las relaciones sociales en todo el globo. Identificarse como gay, lesbiana, bisexual, transexual, travesti, transgénero, intersexual, queer o asexual irrumpe en los estándares de sexualidad patriarcales y heteronormados y, para combatirlo, se han instaurado violencias a nivel de sociedad y de Estado, violentando derechos humanos de estas personas.
El arte drag irrumpe la binariedad del género, visibiliza identidades y resulta ofensivo para el sistema. Es por ello que se ha tomado como una de las formas más comunes para protestar en contra de la opresión de los derechos LGBT+. La popularidad del show estadounidense en otras latitudes también ha permitido el enraizamiento de la lucha en los países destino. RuPaul’s Drag Race se ha hecho parte de la cultura LGBT en todo el mundo y ha inspirado el movimiento por el respeto a la diversidad sexual.
Con lo anterior, por ejemplo, se explica que Pablo Vittar, famosa artista y cantante drag de origen brasileño, haya llevado su lucha por los derechos humanos hasta las Naciones Unidas. Reconocida por la revista Times como una de las líderes de la próxima generación, ella admite que uno de sus ejemplos a seguir es el activismo y el talento de RuPaul. De esta manera, la cantante montó un pequeño show de 20 minutos para celebrar con la organización internacional la diversidad sexual en conmemoración de las revueltas de Stonewall y para celebrar el cumpleaños de la Reina de Inglaterra. Este no es el único esfuerzo que se ha hecho desde Naciones Unidas en pro de la comunidad, ya que también ha reconocido la importancia de los derechos de las personas, independientemente de la identidad sexual y la orientación sexo-romántica, y sostiene al día de hoy la campaña Free & Equal en favor de la comunidad LGBT+
Claro que existen opiniones contrarias a ello. Algunas personas aluden a este programa como parte del softpower o influencia cultural de Estados Unidos. Efectivamente, el programa ha generado una industria multimillonaria que se ha expandido por el mundo, beneficiando principalmente a empresas de la Unión Americana, incluyendo empresas de cosméticos, ropa y, por supuesto, televisoras y el entretenimiento. Además, algunos grupos argumentan que promueve la estereotipación y perpetúa la idea de lo que significa ser mujer desde la sumisión, la ignorancia y hasta cómo verse y vestir. Finalmente, también existe el argumento de que promueve un solo tipo de drag, con un color, figura y expresión particular.
A pesar de lo anterior, la influencia de RuPaul en la vida política y social es innegable. Ella misma se ha asociado con actrices políticas de su país, como Nancy Pelosi, en resistencia al presidente Donald Trump. Del mismo modo, Pablo Vittar ha sido muy expresiva en su aversión contra la evidente homofobia del presidente Bolsonaro en Brasil y la comunidad LGBT de Singapur se ha levantado en contra de la prohibición de shows drag que querían imponer los sectores más conservadores del parlamento. Con su expansión por el mundo, la postura política de la disidencia sexual desde el travestismo y el arte drag se ha visto abanderada por la conductora de Drag Race.