Andrés González Olvera
andres.glez@erreizando.com
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La Segunda Guerra Mundial es uno de los sucesos históricos más devastadores que la humanidad recuerda debido a las terribles consecuencias que dejó, tales como el número de muertes a nivel mundial, genocidios por motivo de raza, destrucción de ciudades enteras, entre otras cosas que ocasionó el conflicto armado. Es un episodio oscuro en la Historia que se convirtió en un punto de inflexión para que el ser humano pensara en “la paz”, no sólo como un mecanismo necesario para evitar la guerra, sino también como una forma de cooperación internacional entre naciones con el interés de llegar a acuerdos.
En el marco del Día Internacional de la Paz, el cual se celebra cada 21 de septiembre, de acuerdo a lo que estableció la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que tiene como propósito dedicarlo al fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto el fuego, el presente artículo pretende abordar la importancia de esta fecha en relación con la película El niño con el Pijama de Rayas, la cual muestra la posibilidad de hacer paz en tiempos de guerra a través de la amistad entre dos niños que supuestamente debían ser “enemigos”.
El Día Internacional de la Paz es un recordatorio de todo lo que implica un conflicto mundial armado, como la Segunda Guerra Mundial, pues ahora las consecuencias pueden ser peores gracias a las sofisticadas armas que, actualmente, son producto del desarrollo tecnológico-armamentístico de algunas naciones y organizaciones que destinan gran parte de su capital a la fabricación de las mismas. Por lo tanto, la ONU exhorta a los Estados y a las personas, a que abandonen las armas y reafirmen su compromiso de vivir en armonía unas con otras.
A lo largo de El niño con el Pijama de Rayas, situada en el contexto de la Alemania del régimen nazi, es posible observar que, si bien no se muestran como tal escenas de combate entre cuerpos militares, se deja claro desde el principio que el padre de Bruno es un comandante a quien le otorgan la misión de dirigir el campo de concentración en Aushwitz, en Alemania. De esta manera, el desarrollo de la película tiene lugar dentro y en las afueras del campo de concentración al que la familia se ve obligada a mudarse.
A diferencia de Bruno, quien tiene una vida privilegiada y puede jugar libremente en los lugares que quiere, Schmuel creció en una familia más humilde y, con el auge del fascismo en su ciudad, es enviado a vivir en un campo de concentración. Al igual que las otras personas con las que vive en este lugar, Schmuel se ve obligado a cumplir todas las órdenes para no ser castigado, por lo que tiene que hacer trabajos forzados en el campo de Auschwitz.
Aunque les tocó vivir el mismo contexto histórico, al ser educados en entornos diferentes, Bruno y Shmuel tienen una visión diferente de la vida. Sus perspectivas están influenciadas en gran parte por su origen, educación y las circunstancias que les ha tocado afrontar a cada uno. Esta historia, basada en una novela, aborda el tema del racismo, las diferencias de clase y nos brinda una perspectiva distinta sobre la guerra. con la que los niños podrán entender cómo la procedencia de una persona puede marcarle de por vida y qué pueden hacer para evitar que eso ocurra.
Esta película es una oportunidad para reflexionar sobre nuestras acciones como parte de la humanidad para preservar la libre convivencia y el valor universal de la libertad. Es cierto que las diferencias étnicas, económicas, culturales, sociales siguen y seguirán existiendo, pero la película demuestra cómo los niños son capaces de perdonar y olvidar sin importar las circunstancias en que se encuentren.
La familia de Bruno es un ejemplo del adoctrinamiento nazi, por lo que siempre resaltan el nacionalismo alemán y justifican sus acciones como un servicio a la nación. Por lo tanto, el desprecio que hacen a los judíos encuentra su justificación en la ideología del partido al que sirve el padre de Bruno. Este ejemplo es comparable con los conflictos étnicos en los que prevalece la idea de que una raza o un grupo en particular es superior a otro y, por medio de la educación, tanto en casa como en las escuelas, se enseña a las y los infantes lo que es bueno y malo de forma subjetiva.
Fomentar el valor de la paz como una práctica necesaria para el bienestar de uno mismo y también como parte del desarrollo de la colectividad en el presente y futuro, podría mejorar indudablemente la calidad de vida de las ciudades y del mundo trayendo consigo muchos beneficios. En la actualidad, se habla mucho de preservar la paz, pero difícilmente las personas entienden que una de las mejores maneras de alcanzarla es servir a los demás y ver al otro como uno igual.
Con la creación de la ONU en 1945, la paz se pensó inicialmente como la “ausencia de conflicto o guerra”. Sin embargo, a través del tiempo el concepto se ha ligado a términos como el desarrollo, la cooperación, medio ambiente, defensa de derechos humanos, entre otros. Hoy en día, diversxs intelectuales han destacado la relevancia de no olvidar a la paz como instrumento para la convivencia adecuada de los pueblos y las naciones, con el fin último del progreso conjunto de la humanidad en armonía con su entorno y medio ambiente.
La paz es un concepto que ha evolucionado, crece continuamente debido a la historia de la humanidad y posiblemente seguirá estando presente en nuestro vocabulario. Con el fin de recordar la trascendencia de la paz para el ser humano en el contexto actual, la ONU declaró lo siguiente:
Esta pandemia ha ido acompañada de un aumento del estigma, la discriminación y el odio, que solo cuestan más vidas en lugar de salvarlas: el virus ataca a todos sin importarnos de dónde venimos ni en qué creemos. Al enfrentarnos a este enemigo común de la humanidad, debemos recordar que no somos el enemigo del otro. Para poder recuperarnos de la devastación de la pandemia, debemos hacer las paces entre nosotros.
Es así como esta organización internacional nos recuerda que a pesar de que no nos encontramos en un conflicto mundial armado, la pandemia ha sido una fuerte amenaza a la paz y es el momento de comprender que las diferencias de raza, cultura, creencias, económicas, sociales, entre otras, dejan de ser importantes porque nos enfrentamos a un reto en común que trasciende fronteras.