“Bienaventuradas las maternidades deseadas, porque ellas criarán infancias felices”.
Desde finales de 2019, los memes con la frase “OK, boomer” se hicieron muy populares en redes socio-digitales como Facebook, Instagram, Twitter y Tik Tok. Con esta frase, lxs millennials (personas nacidas entre 1982-1994) y lxs centennials (jóvenes nacidxs a partir de 1995) responden a comentarios de la Generación baby boom (gente nacida entre 1945-1964), que suelen caracterizarse por aires de superioridad, o por ser violentos, ofensivos, discriminatorios y anticuados. Sin embargo, ¿sabes cuál es el origen de esta frase y su relación con el esperado baby boom post-pandemia, tras el Gran Confinamiento en el que se sumergió el mundo desde el año pasado? Acompáñanos a descubrirlo.
De acuerdo con el diario The New York Times, la frase “OK, boomer” se originó en Estados Unidos, después de que un hombre de la Generación baby boom hiciera el comentario: “Los millennials y la Generación Z tienen el síndrome de Peter Pan, nunca quieren crecer”, en un vídeo que se hizo viral en Tik Tok. Como consecuencia, miles de jóvenes respondieron al comentario de esta persona con montajes fotográficos donde resaltaba la frase “OK, boomer”.
En este mismo artículo, The New York Times hace explícito que la expresión “OK, boomer” determina el fin de las relaciones generacionales amistosas. Esto debido a que para lxs millennials y lxs centennials, lxs baby boomers son responsables de reproducir discursos y prácticas discriminatorias, racistas, clasistas y sexistas; así como de invalidar problemáticas globales como el Cambio Climático.
Ahora bien, como se explicó anteriormente, la Generación baby boom comprende a todas las personas nacidas en el período de 1945-1964, durante la llamada “explosión de natalidad (baby boom)” que se dio en los países desarrollados al término de la Segunda Guerra Mundial. Fue en 2020, con el inicio del Gran Confinamiento a nivel internacional derivado de la pandemia por COVID-19, que se habló de la posible repetición del baby boom (la cual no sucedió).
Sin embargo, pese a que durante la pandemia las tasas de natalidad han disminuido, los medios de comunicación a nivel mundial se llenaron de encabezados referentes al 2020 como el año del baby boom entre las celebrities. El año pasado, diferentes celebrities como Katy Perry, Gigi Hadid, Nicki Minaj, Rooney Mara, Chiara Ferragni y Romee Stijrid, anunciaron sus embarazos a través de redes socio-digitales como Instagram, en un contexto de crisis del sistema capitalista como consecuencia de la COVID-19.
Por lo anterior, se podría cuestionar: ¿Por qué se habló de un baby boom únicamente entre las celebrities? ¿Bajo qué condiciones sociales viven las celebrities para convertirse en madres en un contexto de incertidumbre no sólo en el panorama económico y político, sino también respecto a la vida de las personas y de las generaciones futuras? ¿Cuáles son las vivencias reales de las mujeres, celebrities o no, con base en las violencias que sufren sus cuerpos al interior de la matriz de opresiones que perpetra el Estado y los sistemas sociales, más aún, ante la pandemia?
Por supuesto, las condiciones sociales, económicas y políticas bajo las cuáles las mujeres, celebrities o no, se convierten en madres son muy variadas. Empero, si hay algo que podemos compartir todas las mujeres alrededor del mundo es el peso del raciocinio corporal con el que hemos nacido y a partir del cual se nos han asignado las categorías de sexo y género de manera “natural”, principalmente bajo la determinación biológica de nuestros cuerpos que establece que las mujeres “nacimos para ser madres”. Hoy, especialmente, es un día importante para cuestionarnos lo que significa la maternidad en un sistema machista y patriarcal y hasta qué grado esta idea impacta la vida de las mujeres y su desarrollo como personas.
Seguramente, muchas de nosotras hemos escuchado las expresiones: “Debes ser una buena madre”, “Si sabes cocinar, ya te puedes casar”, “¿Por qué no tienes hijxs?”, “Te vas a quedar para vestir santos”. Sí, existen un sinfín de frases que sintetizan lo que es “el deber-ser mujer” en el imaginario colectivo, pero ¿qué significado tiene el ser madre en nuestras sociedades contemporáneas? Para comenzar, ser madre debería ser una elección, más no una imposición; donde antes de tomar una decisión, las mujeres estemos informadas y seamos sujetas principales de nuestro libre albedrío. Todas las mujeres, sin importar si somos celebrities o no, deberíamos poder elegir en qué momento convertirnos en madres, si ése es nuestro deseo y, si no es así, elegir sobre nuestros cuerpos sin ser criminalizadas.
Desafortunadamente, las cifras muestran lo contrario. En 26 países “el aborto está totalmente prohibido en cualquier circunstancia, incluso cuando la vida de la mujer está en peligro”. La realidad es que, aunque el aborto se encuentre restringido, no se exime su práctica ni su riesgo; muestra de ello es el informe Abortion Woldwide 2017 en el cual se estima que del total de los abortos a nivel mundial, el “[…] 31% son menos seguros; y 14% son nada seguros. Mientras más restrictivo es el entorno legal, es mayor la proporción de abortos que son nada seguros, variando de menos del 1% en los países menos restrictivos al 31% en los países más restrictivos”.
Así, se reflejan escenarios donde claramente se antepone a la familia como institución por encima de la vida de la propia mujer. Prueba de esto es que “47.000 [mujeres] mueren debido a abortos inseguros y otros cinco millones sufren lesiones graves. Sólo en América Latina, las víctimas de abortos inseguros suponen un 24% del total de muertes relacionadas con el embarazo y el parto, un índice que en muchos países de África Subsahariana asciende al 30-40%”.
Además, hay que hablar de que el ser madre ha significado históricamente vivir violencia obstétrica. Esta violencia ejercida a las mujeres en el parto sigue estando tan normalizada que, en algunos lugares, sigue sin considerarse como tal, a pesar de que a nivel internacional existen instrumentos que tienen como fin eliminar todas las formas de discriminación y de violencia de género. El hecho de que se sigan suscitando estas prácticas implica no únicamente una violación a los derechos humanos, sino también, un problema de salud pública, revelada en actos negligentes, imprudentes, omisos, discriminatorios e irrespetuosos, practicados y legitimados por las relaciones simbólicas de poder que naturalizan y banalizan su ocurrencia.
Ahora bien, también debemos cuestionarnos que el ser madre ha implicado una carga inequitativa de los cuidados y las labores domésticas, basada en la división sexual y racial del trabajo, de tal manera que se han instrumentalizado los cuerpos de las mujeres como sostén de nuestro sistema de producción. Entonces, actualmente, pareciera que “el ideal de igualdad de género, tan presente en los discursos […], aún está ausente en las prácticas cotidianas de las mujeres”.
Las mujeres tienen una responsabilidad desproporcionada con respecto al trabajo no remunerado de cuidados que prestan a otras personas. Las mujeres dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas), y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado. En la Unión Europea, por ejemplo, el 25 por ciento de las mujeres informa que las responsabilidades de cuidados y otras tareas de índole familiar y personal son la razón de su ausencia en la fuerza de trabajo, en comparación con el tres por ciento de los hombres.
Hoy es un buen día para re-pensar y criticar el “ideal materno”, el cual oscila entre la madre sacrificada, al servicio de la familia y las criaturas, y la superwoman capaz de llegar a todo compaginando trabajo y crianza. Esto, es derivado de la creencia de que las labores domésticas y de cuidados son una extensión de las actividades de ser mujer y madre, lo que implica de forma directa o indirecta, que la mujer olvide que es ser humana, amiga, hermana, compañera e hija, por dar algunos ejemplos. Es decir, como parte del imaginario socialmente compartido, se dice que una mujer al ser madre, debe dar su vida para entregarse por completo a su pareja e hijxs, olvidándose de su individualidad y sus aspiraciones propias.
Podría decir que no, que no hay compensación alguna sino en términos de lo que se gana sometiéndose a la norma social, por la que se perpetúa el estereotipo de género. Al renunciar a la vida laboral en favor de la vida familiar, se gana el afianzamiento del entendido que hacerlo erradicará el mal que podría cernirse sobre la familia, y al mismo tiempo, se preserva el ideal de la ‘buena’ mujer coagulado en la maternidad.
El propósito de esta reflexión va más allá de un binarismo sobre si está bien ser o no ser madre, porque ser madre o decidir no serlo es válido y justo. En esta ocasión, invitamos a la reflexión crítica de la idea de la maternidad y de la realidad social que implica ser madre, no sólo en un momento histórico como el que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia por COVD-19 (donde claramente la clase social —como en el caso de las celebrities—, determina quién puede decidir, porque ése es su deseo, ser madre o no) sino a lo largo de la construcción del imaginario colectivo que ha acompañado los cuerpos de nuestras bisabuelas, abuelas y madres a lo largo de la historia.
Hay que reconocer que ser madre no es fácil para todas, porque muchas veces las mujeres viven su maternidad en una dinámica social llena de violencias, repartos inequitativos y cargada de un gran “deber ser” que imposibilita a las mujeres-madres ser más que madres. No hay que olvidar que antes de ser madres, son seres humanas con planes de vida, sueños y metas a los que no deben renunciar por el sacrificio a la familia o porque eso implicaría ser una “mala” madre.
Por lo anterior, es menester continuar prestando atención a iniciativas, programas y agendas donde se atiendan demandas relacionadas a los temas tocados con anterioridad y muchos otros que son de importancia; así como exigir, a la vez, aquellos que se han olvidado. Todo esto en su conjunto para que el ser madre, en un principio, sea una decisión y que ésta venga libre de violencias y de roles que asfixien otras áreas de su vida, porque todas merecen una vida digna de ser vivida.